miércoles, 26 de junio de 2013

Cómo hacer que un niño se esté quieto en una silla, por Anca Balaj


Anca Balaj trabaja con niños en el campo de la educación no formal desde hace más de veinte años. Autora de "Cómo desarrollar la creatividad infantil" y del blog "Creatividad ¿quién dijo miedo?" (creatividad.ancabalaj.com). Puedes seguirla a través de twitter.com/aminuscula



 


Hace unos meses, en una formación para formadores, estaba dando pautas sobre cómo resolver distintas cuestiones que se pueden presentar en el trato con los niños en el aula. Eran mis mejores trucos tras décadas de trabajo con toda clase de niños, esos trucos que nadie te enseña en la Universidad. Una de las asistentes, al ver que tengo tantas respuestas, me preguntó entonces: "¿Y cómo se puede conseguir que el niño se esté quieto en la silla, sin removerse tanto mientras trabaja?" 

La respuesta a esta pregunta es la misma que a la de cómo hacer que un elefante ponga huevos: no se puede. No está en su naturaleza. La naturaleza de un niño o niña es saltar, correr, brincar, gritar, explorar, pero, desde luego, no es estarse quieto en una silla. 

Sin embargo, como entrenadora de la creatividad el "no se puede" es algo inaceptable, así que me imagino que si alguien se empeñara podría hacer que un elefante pusiera huevos tras muchos años de estudio y manipulación genética, cosas más difíciles se han conseguido. Del mismo modo, a los niños se les podría hacer estarse quietos en una silla, quizás con pastillas y drogas (tal como hacen con los niños y niñas diagnosticados con hiperactividad, por no saber estarse quietos en una silla).

La cuestión es que, se pueda o no se pueda, esto es lo que hacen los niños la mayor parte del día: de 9h a 17h en el colegio, quietecitos y calladitos en sus pupitres, luego en casa otro rato más, sentados con los deberes ("deberes", qué nombre tan feo y poco estimulante). Como poco les dan las 18.30h en una silla, algunos tardan más. Y luego quietecitos frente a la tele (o el ordenador, o lo que sea, pero ¡por favor, niño, para ya!) porque los papás y mamás están cansados.

Veámoslo de este modo: si en vez de un niño fuera un cachorro de perro o gato ¿cómo denominaríamos a quienes lo tuvieran quieto en una silla y sin rechistar durante tantas horas, cada día de su vida? ¿Se podría denunciar a esa persona? 

Pues eso es lo que estamos haciendo con nuestros propios cachorros, justo lo que nos parece cruel para cachorros de otras especies. Les negamos su naturaleza, les obligamos a contener su energía y después nos quejamos de que el niño está nervioso, de que tiene déficit de atención o de que no tiene un buen rendimiento escolar. 

En mi opinión, este es el primer punto que hay que cambiar del sistema educativo actual. Si implantamos una manera de enseñar sin obligar a los pequeños a que se estén quietos en una silla, habremos avanzado mucho. Ningún ser, humano o no humano, puede desarrollarse ni alcanzar siquiera la mitad de su potencial cuando tiene que actuar en contra de su propia naturaleza.

De todos modos, aquí va un truco. Para conseguir que un niño o una niña se esté quieto en una silla (por un tiempo muy limitado, jamás por todo un día), lo mejor es ir acorde a su naturaleza. Basta con prestarle atención, descubrir qué le apasiona a este niño en particular y proporcionarle los materiales y medios para que experimente con ellos en esta cuestión que tanto le interesa. Su inteligencia y su curiosidad harán el resto.
 

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Lee también la reseña del libro "Cómo desarrollar la creatividad infantil" de Anca Balaj

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