He invertido 8 euros en un libro de Estivill. Lo considero una inversión porque me dará mucho material para este blog. Es un libro que da mucho juego, nunca mejor dicho. Lo he comprado en versión original, o sea, en catalán, así que las traducciones que haga aquí serán totalmente libres.
El título habla por si solo: "¡A jugar!". Los expertos en PNL tendrían algo que decir aquí (Eli, quedas especialmente invitada a comentar...). Al parecer, cada capítulo comienza con una cita, y la de la Introducción es ésta:
Los besos nacieron para malgastarse
De nuevo, si sabéis algo de PNL probablemente os habréis escandalizado. "Malgastar" no es una palabra que yo usaría en la misma frase que "besos", especialmente si me estoy refiriendo a los niños.
En el prólogo explica de qué va el libro. Primero se autoconfiere autoridad asegurando que lo que está ofreciendo son "conocimientos científicos" para guiar a los padres en la tarea de transmitir "buenos hábitos" a través del juego. Es decir, el libro explica juegos a los que debes obligar a tu hijo a jugar si quieres transmitirle determinados valores e inculcarle determinados hábitos. Eso sí, recalca que el niño "necesita coherencia" por parte de los padres, algo que en el libro brilla por su ausencia... Es, cuanto menos, curioso.
Hay un párrafo que me inquieta especialmente. Dice:
"Los hábitos se inculcan a través de la repetición y es muy fácil perder todo lo que se ha ganado si comenzamos a hacer excepciones. En muchos casos tendremos que volver a comenzar de nuevo y todo el esfuerzo educativo habrá sido en vano."
Wow. Ahora podría escribir unas veinticinco páginas desmenuzando este único párrafo. ¡Y todavía estamos en el prólogo!
En primer lugar, el término "inculcar" me suena algo castrense, no lo aplicaría ni a los niños ni a los hábitos. En mi opinión, y por mi experiencia, los hábitos ni se inculcan ni se enseñan, sino que se aprenden mediante el ejemplo y la experiencia. Simplemente. Pero parece que a algunos les gusta complicarse la vida. Qué se le va a hacer.
El prólogo nos deleita con otras perlas, como la idea de que los padres "deben mostrar siempre una actitud segura y confiada" y que no debe haber "criterios diferentes entre los progenitores". Por supuesto, los juegos propuestos en el libro se rigen por un "criterio que ayudará a los padres a educar sin esfuerzo y a los niños a asimilar unos hábitos y valores de manera divertida y natural." Sobretodo natural, creo. Menos mal que hemos tenido la gran dicha de toparnos con la obra de este científico poseedor de la verdad y de recto criterio. Ahora sabemos que, por el bien de nuestros hijos, debemos aparentar ser supermadres y superpadres, muy seguros y confiados. Ah, y sin personalidad propia, porque el padre y la madre han de ir a una, porque si no el niño "se confundiría", podría llegar a creer que existen personalidades subjetivas, que somos individuos, cada uno diferente. ¡Menuda confusión!
El final del prólogo me lo reservo para otro día, porque todavía no lo he digerido del todo.
De nuevo, si sabéis algo de PNL probablemente os habréis escandalizado. "Malgastar" no es una palabra que yo usaría en la misma frase que "besos", especialmente si me estoy refiriendo a los niños.
En el prólogo explica de qué va el libro. Primero se autoconfiere autoridad asegurando que lo que está ofreciendo son "conocimientos científicos" para guiar a los padres en la tarea de transmitir "buenos hábitos" a través del juego. Es decir, el libro explica juegos a los que debes obligar a tu hijo a jugar si quieres transmitirle determinados valores e inculcarle determinados hábitos. Eso sí, recalca que el niño "necesita coherencia" por parte de los padres, algo que en el libro brilla por su ausencia... Es, cuanto menos, curioso.
Hay un párrafo que me inquieta especialmente. Dice:
"Los hábitos se inculcan a través de la repetición y es muy fácil perder todo lo que se ha ganado si comenzamos a hacer excepciones. En muchos casos tendremos que volver a comenzar de nuevo y todo el esfuerzo educativo habrá sido en vano."
Wow. Ahora podría escribir unas veinticinco páginas desmenuzando este único párrafo. ¡Y todavía estamos en el prólogo!
En primer lugar, el término "inculcar" me suena algo castrense, no lo aplicaría ni a los niños ni a los hábitos. En mi opinión, y por mi experiencia, los hábitos ni se inculcan ni se enseñan, sino que se aprenden mediante el ejemplo y la experiencia. Simplemente. Pero parece que a algunos les gusta complicarse la vida. Qué se le va a hacer.
El prólogo nos deleita con otras perlas, como la idea de que los padres "deben mostrar siempre una actitud segura y confiada" y que no debe haber "criterios diferentes entre los progenitores". Por supuesto, los juegos propuestos en el libro se rigen por un "criterio que ayudará a los padres a educar sin esfuerzo y a los niños a asimilar unos hábitos y valores de manera divertida y natural." Sobretodo natural, creo. Menos mal que hemos tenido la gran dicha de toparnos con la obra de este científico poseedor de la verdad y de recto criterio. Ahora sabemos que, por el bien de nuestros hijos, debemos aparentar ser supermadres y superpadres, muy seguros y confiados. Ah, y sin personalidad propia, porque el padre y la madre han de ir a una, porque si no el niño "se confundiría", podría llegar a creer que existen personalidades subjetivas, que somos individuos, cada uno diferente. ¡Menuda confusión!
El final del prólogo me lo reservo para otro día, porque todavía no lo he digerido del todo.