sábado, 24 de mayo de 2008

Leer en voz alta

“La actividad más importante para construir el conocimiento necesario para que los niños aprendan a leer con éxito, es leerles en voz alta.”

Comisión Nacional de Lectura de U.S.A.


De la misma manera que hablamos a los niños desde nacen aún sabiendo que intelectualmente no tienen capacidad para entender todo lo que decimos -pero sí emocionalmente- también leerles en voz alta es una actividad altamente recomendable y gratificante.

Desde que nacen podemos leerles no sólo cuentos infantiles sino todo tipo de buena literatura. Cuanto más pequeños sean, más fácil nos resultará escoger lecturas que nos gusten: el bebé no se quejará. Después, a partir de los 2-3 años, comienzan a manifestar su personalidad, imponiendo sus gustos e intereses y, por tanto, deberemos escoger libros que les motiven a ellos.

Leerles en voz alta les ayuda a desarrollar la y la concentración; les ayuda a adquirir un vocabulario amplio que les facilitará el aprendizaje de la lectura independiente y del lenguaje en general: estructuras gramaticales, estilos lingüísticos, etc. Además, aprenden una gran variedad de cosas sobre el mundo que los rodea y captan ideas y conceptos que les harán pensar por si mismos. Esto, en niños mayores, estimula la capacidad de razonar y la expresión oral. A partir de lo que les leemos, surgirán debates, dudas y preguntas de todo tipo, de manera que adquirirán la habilidad de formular y expresar sus pensamientos. el hecho de oír (y, sobretodo, de escuchar) lo que les leemos sin ver los dibujos correspondientes es un gran estímulo para el desarrollo de la imaginación y la creatividad. En su mente, pondrán imagen y color a lo que oyen y, quizás, cambiarán el final o incluso el argumento, inventando de este modo sus primeras creaciones propias. A los niños les encantan las historias, y las novelas de Rudyard Kipling o Stevenson no les gustarán menos que los cuentos de Teo, porque no tienen edad. ¿A quién no le gusta el Libro de la Selva o La Isla del Tesoro?

Es importante preparar la lectura con antelación; que el adulto lea el libro por si mismo antes de leérselo al niño, para asegurarse de que el contenido es adecuado. Después, cuando leamos, la proximidad física es esencial: sentarnos cerca y, si es posible, con el niño en nuestro regazo, para que pueda ver y tocar el libro cuando lo desee. Cuando su motricidad fina se lo permite, les encanta ayudarnos a pasar las páginas.

Finalmente, durante la lectura debemos ser muy expresivos, hacer gestos faciales, mover las manos y, sobretodo, no descuidar la entonación de nuestra voz, haciendo cambios de registro para facilitar la identificación de cada personaje.

Estas sesiones de lectura compartida han de ser, sobretodo, divertidas. Einstein decía que dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, sino que es la única manera. Por tanto, cuando el adulto se lo pasa bien, el mensaje que recibe el niño es que leer es divertido.

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