miércoles, 2 de octubre de 2013

La historia nuestra de cada día - por Joana Rotger



Joana Rotger Barberde formación humanista y con experiencia profesional en los campos de la educación y de la comunicación. Es autora del blog Breves de Historia.






Dice un viejo aforismo que aquellos que no estudian la Historia están condenados a repetirla. Una frase corta con un mensaje claro, rotundo, de gran calado y que debería invitarnos a reflexionar, entre otras muchas cosas porque la historia de la Humanidad nos enseña que las actitudes tiránicas, sean explícitas o camufladas bajo apariencias democráticas, se sustentan en la ignorancia.

He leído con interés Crianza ygenealogía, una colaboración de Martina Nicolás que trata sobre la importancia del conocimiento de la propia genealogía en el proceso de maduración de una persona. En él, explica como la confección del árbol genealógico facilita la identificación de la propia personalidad, proporciona el conocimiento del mapa familiar con sus correspondientes ramificaciones, afianzamiento de afectos y relaciones. Cuestiones, todas ellas, que permiten alcanzar un mayor grado de aceptación de la realidad particular, debidamente contextualizada y enmarcada en el espacio tiempo y encajada en el conjunto humano concreto y particular formado por todos aquellos que nos han precedido y que llamamos “nuestros antepasados”, pero, también, por aquellos con los que coincidimos viviendo en la misma época y procedemos de una misma sangre.

El paralelismo es evidente. De la misma manera que necesitamos conocer nuestros ancestros y nuestras particulares circunstancias, necesitamos aprender Historia, conocer la Historia para conocer el mundo, para saber de dónde venimos y quienes somos; para conocer al “otro” y su historia que es, a fin de cuentas, lo que nos hace distintos, porque sólo así, conociéndonos y conociéndolos, seremos capaces de comprendernos, requisito indispensable para una deseable convivencia, respetuosa y pacífica. 





Pero, ¿cómo enseñar Historia a los niños cuando, lejos ya de la cultura de tradición oral y de la enseñanza de las Humanidades, a muchos de los adultos que actualmente tienen la responsabilidad de la educación de los más jóvenes, se les ha hurtado el aprendizaje de esta disciplina? Más aún, ¿cómo, partiendo de la anterior afirmación y desde la realidad del alud de información que gracias a las modernas TIC tenemos al alcance de la mano podemos, y debemos, cribar lo bueno de lo malo, lo sustancial de lo anecdótico?

Propongo empezar cuanto antes. La curiosidad del niño, del adolescente o del joven nos guiará sobre los pasos a seguir. Es importante respetarla —la curiosidad— y, en cierta medida como ocurre con todo aprendizaje, estimularla. Y si nuestros conocimientos son escasos, tenemos ante nosotros el apasionante reto de aprender juntos.

Propongo algunos ejemplos prácticos que pueden ayudar y orientar en el momento de iniciar el estudio de la Historia.  Se puede aprender Historia en:

  • El día a día. Es decir, a partir de las informaciones y noticias diarias, situando al personaje (o personajes) en su contexto político, social, económico y geográfico. Buscar y proporcionar más o menos información en función de la edad del niño y hasta dónde se mantenga su interés.
  • Mediante la observación del entorno. A través del callejero; las estatuas de personajes y esculturas que decoran edificios y lugares públicos. Investigando los nombres de las estaciones de metro en muchas ciudades.
  • Visitando museos.
  • Viajando.
  • Nuevas tecnologías e internet. Utilizando infinidad de recursos como juegos interactivos recreando civilizaciones, batallas y gestas históricas. Películas y series históricas y de ficción (a menudo las de ciencia ficción están inspiradas en hechos históricos de culturas y civilizaciones concretas).
  • Y, por supuesto, libros y cómics, siempre de acuerdo con la edad y madurez del niño.



Pienso que resulta muy interesante hacer estos “viajes” por la historia de manera transversal. Así, cada personaje, cada época histórica debe verse desde todas las perspectivas posibles: historia, geografía, economía, organización social y política, arte —en todas sus expresiones—, literatura, música, religión, ciencia, relaciones internacionales, etc. A medida que se va avanzando, resulta muy interesante y enriquecedor acudir a distintas fuentes, analizar y comparar.


Descubriremos que siempre podemos tirar un poco más del hilo, que siempre podemos profundizar un poco más en aquello que estemos viendo en cada  momento, y que la historia de un pueblo nos conduce a la historia de otros pueblos, que la investigación sobre un personaje nos lleva a otros personajes, más o menos secundarios, más o menos importantes que se entrecruzan, se enlazan, se enriquecen y se complementan. Y, lo más importante, descubriremos, en fin, que estos conocimientos que vamos adquiriendo nos permiten entender y comprender cada vez más y mejor lo que ocurre a nuestro alrededor, por qué pasan ciertas cosas y no otras y las consecuencias que de ellas se derivan; nos permiten, en cierta medida, entender un poco mejor cómo  es el mundo, quiénes somos, dónde estamos y adónde vamos.




Esta entrada aparece primero en Tarkus Kids